Peligrosa proliferación de partidos políticos

En la política, el asunto no se resume a la participación. Después de todo, incluso solo con ir a votar se podría cumplir ese requisito. En realidad, aquí se trata de mucho más.
Elecciones 2022. Luis Acosta / AFP.
photo_camera Elecciones 2022. Luis Acosta / AFP.

Desde que, vía reforma legal, se redujeron los requisitos para la inscripción de partidos políticos, el sistema electoral costarricense entró en una peligrosa espiral, en la que todos los aspirantes a puestos de elección popular arman su propia agrupación y les dan camino a sus intenciones.

Ese fenómeno llevó a establecer ya un récord de participación de partidos políticos en las elecciones presidenciales de 2022, con 24. Y eso que tres no pudieron regularizar su situación para entrar en la contienda.

A eso habrá que sumar una larga lista de partidos a nivel provincial, que acudieron a las elecciones legislativas, si bien en esta oportunidad ninguno alcanzó una curul.

De cara al 2026, la cifra podría crecer. Va a depender de si los dirigentes de varias agrupaciones que pretenden su inscripción logran completar los procesos conforme con lo que establece el Código Electoral.

De hecho, en el recuento del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), ya hay 13 partidos a escala nacional haciendo fila. Y por ahora, uno a nivel provincial.

En síntesis, hablamos de 34 partidos inscritos a nivel nacional, y 23 a escala provincial, si bien hay que tomar nota de que 7 de los primeros y 13 de los segundos están hoy inactivos.

Llama la atención que, de repente, muchos dirigentes simplemente dejan en el aire los partidos, especialmente cuando enfrentan deudas que no atendieron, tras apostar por tener acceso al financiamiento estatal en las campañas electorales, sin fructificar.

No por nada cada cierto tiempo aparecen algunos de esos mismos dirigentes en nuevas agrupaciones, sin mayor explicación sobre la metamorfosis frente al electorado.

La gran pregunta aquí es ¿cuánto ayuda esto a la democracia? Si bien hay quienes dicen que la fortalece, la realidad es que genera todo lo contrario: un debilitamiento del sistema. Ya no hay estudio, no hay propuestas, no hay compromiso.

En la política, el asunto no se resume a la participación. Después de todo, incluso solo con ir a votar se podría cumplir ese requisito. En realidad, aquí se trata de mucho más; se trata de plantear alternativas serias, definidas, enfocadas en proponer al electorado alternativas de solución realistas frente a los problemas del país.

De eso, casi nunca hay nada. En el proceso electoral anterior, daba pena escuchar a algunos candidatos y candidatas presidenciales casi alucinar alrededor de la quijotada de presentar su nombre a los votantes. Varios de ellos mostraron un descomunal desconocimiento de la realidad nacional y del manejo del Gobierno. Eso, sin contar aquellos que visualizaban la presidencia de la República casi como la presidencia de una asociación comunal, cuando es claro que los niveles son radicalmente distintos.

El problema también deriva de que a los candidatos no se les exige, por razones obvias, alguna preparación específica. Eso tiene su lado bueno, porque permite que no haya un sesgo por razones académicas. Pero, muchos lo interpretan como que la falta de conocimiento tampoco es tema.

La cosa pública, como se le decía a los asuntos del Gobierno no hace muchos años, es algo que requiere seriedad. Pero, la proliferación de partidos políticos, en definitiva, baja, y bastante, el listón.