“Un país paralizado por el populismo” es un país en riesgo

No es que no haya que hablar de frente. Pero el mandatario debe recordar que igual se insulta y se ataca de frente. La discusión aquí no es si debe hablar de frente o no. Es en torno al lenguaje que utiliza, los calificativos y las adjetivaciones a que recurre sistemáticamente, y ese constante deseo de exhibir honras ajenas con insinuaciones de actos de corrupción, todo lo que, por cierto, no le gusta que hagan con él.

El presidente Rodrígo Chaves compartió con los ministros previo al inicio de su conferencia de prensa en Casa Presidencia. Foto Sócrates Colindres
photo_camera El presidente Rodrígo Chaves compartió con los ministros previo al inicio de su conferencia de prensa en Casa Presidencia. Foto Sócrates Colindres

La Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR) y el Observatorio de Política Nacional (OPNA) presentaron un llamativo estudio que, fundamentalmente, concluye que el país está paralizado por el populismo político, derivado de una disputa entre élites.

El estudio no dice, en realidad, nada nuevo. Porque eso se percibe, particularmente, desde que arrancó la presente administración, dada la actitud confrontativa del presidente de la República, Rodrigo Chaves. Pero, formaliza esa percepción, a partir de valoraciones de carácter científico.

Chaves ha sido persistente en afirmar que lo suyo es decir la verdad, de manera directa. Incluso, esta semana ha agregado que el problema surge porque a muchos no les gusta que se les diga la verdad en la cara.

Lo último es cierto. Pero lo primero no. Chaves no siempre dice las cosas de manera directa. Es más, casi siempre recurre a insinuaciones cuando quiere desacreditar a una contraparte que no está de acuerdo con él.

Y, para más, muchas veces ha dicho verdades a medias y ha puesto asuntos en contextos que no corresponden con tal de sostener un punto. Por ejemplo, lleva meses diciéndole a los costarricenses que la Contraloría General de la República se ha opuesto a la construcción de una marina y una terminal turística en Limón.

La realidad, sin embargo, es que la Contraloría no se ha pronunciado sobre esos proyectos, pues a la fecha, la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (JAPDEVA) ni siquiera los ha terminado de elaborar. Y, por tanto, no los ha sometido a consideración del ente fiscalizador.

También ha insistido en decir que la Contraloría está opuesta a la construcción del proyecto denominado Ciudad Gobierno. Pero, no hay un solo pronunciamiento de esa entidad que afirme tal cosa. Lo que ha dicho la Contraloría es que la legislación no permite que instituciones no estatales construyan edificios en terrenos del Gobierno para luego darlos en alquiler al propio Gobierno.

Y, para más, cuando está impulsando un referéndum para tratar de reformar la Ley Orgánica de la Contraloría, ha preferido decir que lo que busca es el desarrollo del país. Y sobre la base de ese argumento, sostiene que quienes están en contra de su proyecto, en realidad están en contra de un importante mecanismo de participación popular como es el referéndum.

Una cosa es el mecanismo de consulta, y otra cosa es lo que se quiere consultar. De manera que no deben plantearse como sinónimos. Eso, el presidente Chaves lo sabe claramente. Pero hace lo contrario como parte de una estrategia planificada.

Al mismo tiempo, evita hablar de una constante en su administración, como es la lucha contra los instrumentos de control del Estado costarricense.

En esos escenarios, ha cargado con insultos e insinuaciones sobre presuntos actos de corrupción de toda clase contra la contralora Marta Acosta, así como contra el presidente de la Asamblea Legislativa, Rodrigo Arias, y varios otros diputados que se manifestaron en contra de su proyecto.

También ha cuestionado fuertemente a jueces y magistrados, dejando en el aire dudas de tipo ético, cuando las resoluciones o sentencias que emiten no han favorecidos sus tesis.

Ahora bien, no es que no haya que hablar de frente. Pero el mandatario debe recordar que igual se insulta y se ataca de frente. La discusión aquí no es si debe hablar de frente o no. Es en torno al lenguaje que utiliza, los calificativos y las adjetivaciones a que recurre sistemáticamente, y ese constante deseo de exhibir honras ajenas con insinuaciones de actos de corrupción, todo lo que, por cierto, no le gusta que hagan con él.

Y cuando le contestan, entonces reacciona más airado, y sube el tono de sus agresiones. Pero, entonces, de nuevo sigue diciendo que no ha hecho nada irregular y que, más bien, sus opositores no lo quieren.

Estas cosas son las que han llevado a ese clima de populismo político que ha paralizado al país. Lo peor es que no se avista en el horizonte una señal, siquiera, de que algo pueda cambiar en las semanas y los meses que vienen. Eso deja al país en una situación de enorme riesgo.