Educación Pública: calidad, metas y presupuesto

No se ha definido qué hay que hacer, pero sí se estableció un parámetro para fijar el presupuesto para hacerlo. Eso no tiene sentido. Nadie puede decir hoy si es mucho o es poco.

Se requiere definir prioridades en materia educativa.
photo_camera Se requiere definir prioridades en materia educativa.

El ministro de Hacienda, Nogui Acosta, con una transparencia que casi nunca muestran los jerarcas de las instituciones públicas, típicamente inclinados a manifestarse públicamente con mucha diplomacia, cuando no a disimular situaciones, ha puesto sobre la mesa de discusión un tema clave.

“Ningún gobierno lo puede hacer. El que dice que lo hace, miente. Para poder llegar al 8% de la Educación habría que cerrar 19 instituciones y no darle plata a la Asamblea Legislativa”, ha dicho Acosta a www.despertar.cr.

Se refiere a la norma constitucional que establece que el presupuesto para la educación pública debe ser el equivalente al 8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Ciertamente, el porcentaje fue definido de manera antojadiza. No tiene ningún sustento técnico. No dudamos que se debe invertir en educación. Pero, desde hace un buen rato, los gobiernos dejaron de definir políticas de mediano y largo plazo en este campo.

Hoy sabemos que la educación costarricense pasa una etapa deficiente en términos de calidad. El problema no surgió en la pandemia, como algunos piensan. Viene desde mucho más atrás. Y sí, se profundizó entre 2020 y 2022 debido al COVID-19.

Y a la fecha no conocemos ninguna propuesta concreta que permita entender cuáles son los pasos a partir de los cuáles se buscará comenzar a revertir la situación. De hecho, ni siquiera hay un diagnóstico puntual sobre el que se pueda trabajar.

Allí se demuestra que las cosas se están haciendo al revés: no se ha definido qué hay que hacer, pero sí se estableció un parámetro para fijar el presupuesto para hacerlo. Eso no tiene sentido. Nadie puede decir hoy si es mucho o es poco.

Para más, el 8 por ciento del PIB no es un monto fijo porque la producción varía año con año. Lo que sí se sabe, es que, casi siempre crece, aunque sea poco. Eso implica que, si se cumpliera la disposición constitucional, la cifra subiría sistemáticamente.

De nuevo aquí, entonces, se hace imperativo definir en qué y cómo se debe gastar ese presupuesto. Por supuesto que en una línea aparecerán los salarios. Pero, el resto de la fotografía no puede limitarse a llenar de manera arbitraria una hoja de Excel. Es, más bien, un ejercicio mucho más complejo y delicado.

Entre muchísimos apuntes interesantes sobre la educación decía el experto español Gregorio Luri, durante una visita al país, que "si destinamos enormes cantidades de dinero a un mal sistema educativo, la inversión es cero. Y hoy tenemos suficientes elementos como para saber que la escolarización no significa instrucción".

Y agregó: “¿Dónde están aquellos puntos en los que vemos que cruje el sistema? Porque es ahí donde hay que invertir, de manera prioritaria los recursos. Los recursos han de ir allá donde son más necesarios.

"Pensar que somos más equitativos porque tratamos de manera igual situaciones desiguales, es una equivocación”, apuntó.

Estas reflexiones no pudieron llegar en mejor momento. Y si a ellas les sumamos la alerta que lanza el ministro Acosta sobre la imposibilidad de darle el equivalente al 8 por ciento del PIB a la educación cada año, la conclusión es que urge comenzar a diagnosticar la situación, para avanzar luego en la definición de las prioridades y en el presupuesto necesario para atenderlas.