Educación, presupuesto y futuro de nuestra juventud

Lo pertinente aquí es establecer objetivos en materia de educación pública, y a partir de ello, definir metas y plazos para alcanzarlos. Eso daría un marco para plantear qué se requiere en el plano presupuestario.

La educación debe ser siempre una prioridad.
photo_camera La educación debe ser siempre una prioridad.

En la vida siempre habrá que establecer prioridades. Y, en un país, una de ellas siempre será la educación. Por ello, es importante que se destinen recursos suficientes para atender las necesidades en esa materia.

Es algo en lo que el país ha fallado de manera sistemática desde hace mucho tiempo. Eso, ya de por sí es un grave problema. Pero, es aún peor que, administración tras administración, no haya voluntad para cambiar las cosas.

Entendemos que hay serias limitaciones presupuestarias. De hecho, nos hemos ido metiendo cada vez más en la dinámica de vivir de lo prestado. Y para más, también nos metimos en los años recientes en una bola de nieve al postergar el pago de esas deudas.

Eso, sin embargo, no nos debe llevar a limitar todo de manera indiscriminada. Por ejemplo, no podemos dejar la educación a expensas de la buena o mala fortuna.

Ciertamente, en este país hace falta revisar en qué se gasta y cómo se gasta. Porque así se debe proceder cuando el dinero no alcanza. Pero, en educación, es indispensable recordar que se trata de una inversión.

Por ello el punto de partida debe ser diferente. No es recomendable limitarse a ver qué porcentaje del presupuesto anterior se ejecutó o no para definir el siguiente. En este caso, el tema más bien pasa por exigir eficiencia en la ejecución. Es obligar a que se invierta lo que corresponde invertir.

Porque, por esta otra vía, lo único que se logra es aumentar el porcentaje de ejecución presupuestaria, pero bajando el presupuesto. Eso, no tiene ningún sentido, no importa el lente con el que se mire.

Lo otro es que, en el caso del Ministerio de Educación Pública, cerca del 97 por ciento del presupuesto se va en gastos fijos como planilla y servicios. Entonces, no hay inversión.

Eso refuerza la tesis de que no podemos limitarnos a ver una hoja de Excel en determinado momento del año para definir el presupuesto para la educación.

Hay cientos de centros educativos cayéndose a pedazos. Eso hay que cambiarlo. Porque, de nuevo: aquí se trata de invertir en el futuro del país, al darle una educación de calidad a nuestros niños y jóvenes.

Allí no se puede ahorrar. Sí, el gasto tiene que ser eficiente. No se trata de gastar por gastar. Pero, esa eficiencia también pasa por disponer de lo que se requiere con urgencia, y pasa por evitar que los problemas se agraven.

Estamos claros en que no se puede hacer todo al mismo tiempo. Uno de los problemas, sin embargo, es que no se está haciendo nada. Y eso hace que los males se acumulen, lo que hace más complicado resolver más tarde.

No hemos visto ese análisis fino que el tema exige. Más bien, vemos a las autoridades del Ministerio de Hacienda, cual ministerio de Planificación, tomando decisiones basadas exclusivamente en el nivel de gasto para definir cuánto se asigna o cuánto se gira.

Lo pertinente aquí es establecer objetivos en materia de educación pública, y a partir de ello, definir metas y plazos para alcanzarlos. Eso daría un marco para plantear qué se requiere en el plano presupuestario.

Hacerlo de otra manera es apostar, cual lotería, a que al final se logren buenos resultados. Y eso simplemente no funciona.

La situación requiere un giro, aunque, desgraciadamente, por ahora no vemos que haya voluntad de entrarle a esa discusión.